viernes, 8 de agosto de 2008

El día del niño que fue padre....

Año 2002; el mundo corría al ritmo de terroristas que no existían, de un nuevo milenio que nos miraba de reojo preguntando a dónde llevabamos el mundo. Al ritmo de un país turbulento, de monedas que cambiaban de peso y color, de gente que no entendía qué estaba haciendo. Pero aún así, en algún lugar, sumido entre tanta porquería que nos rodeaba, alguien sonreía como nunca lo había hecho al recibir el regalo de navidad tardío más hermoso que te pueden hacer.
Entre unas cobijas de sanatorio una manito se asomaba y agarraba el dedo de una mamá orgullosa, y sus miradas se cruzaban por un segundo, cómplices, seguros, dueños del mundo, a sabiendas que no hay límites si se conoce la verdad detrás del amor de madre e hijo.
Es que es tan difícil explicar la sensación, es tan profundo y banal al mismo tiempo que ese efímero momento tiene que ser único, irrepetible; el calor de esa manito, esa primera vez de verle los ojos, ese primer beso en la frente. Un 26 de diciembre, hace cinco años empezabas el viaje más largo en la vida de una madre y dabas el primer paso para convertirte en mamá y dejar de ser la chica linda de la vuelta de la casa de alguien, o la nena inocente que juega siempre aca en la plaza; o la estudiante que se dejó los libros en el taxi y pasabas a ser profesional del oficio más viejo, pero más hermoso de toda la historia. Te convertiste en mamá, sin más.
Cinco años después; en algún lugar de mi corazón, creo haber estado ese día ahí, creo verte con tu cara de cansada por la cesárea. Creo poder ver, detrás del vidrio, a Camilo (que aún no sabe que se llama Camilo), dormir como lo hace todo bebé, pero que para un padre es como si estuviera viendo el rompimiento del Perito Moreno, su respiración, la mantita moverse al ritmo hipnótico de sus pulmones; el no poder sacar la vista de ese vidrio; el eterno deseo de contarle tantas cosas, de charlar tantas otras; y de buscarle sentido a la locura de ver crecer desde la nada, a una persona que algún día será mis miedos, será mis inseguridades, será mis sueños, será los suyos, lo que sea, pero será una parte mía. Y mirandolo a él, a traves de ese vidrio imaginario; buscando las similitudes con tu cara, o la mia, el destino me trae de vuelta a esta realidad que vivimos, a esta verdad biológica que me separa de ese sueño, al sabor mitad dulce de saberme hombre, y de creerme padre.
Y me voy, y pienso en el padre, y me dejo llevar por la bronca, y puteo solo, al aire; y vomito verdades que él no quiere -y nunca quiso- escuchar; y en medio del ataque de rabia me pregunto, ¿En qué estabas pensando cuando desapareciste?....

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